sábado, 24 de octubre de 2009

Diario de una ninfómana


Tras el orgasmo, la insatisfacción. Y tras la frustración, la búsqueda compulsiva y obsesiva del placer. A solas o en compañía. Difícil de confesar, los adictos al sexo entran en un laberinto que puede llevarles a destrozar su vida. Una ninfómana nos cuenta su experiencia.

Los adictos al sexo tienen una necesidad incontrolable por sexo de todo tipo, desde relaciones sexuales con otras personas hasta masturbación o consumo de pornografía. Pero la hipersexualidad suele ir acompañada de sentimientos de malestar y culpa.

Sin freno, sin salida. Más vergonzante y menos confesada que otras adicciones, aunque tan invisible como la ludopatía o el cuelgue por Internet, la adicción al sexo empieza a tratarse en las clínicas especializadas como un trastorno del deseo.

Esta adicción puede llevar a quienes la padecen al divorcio, la ruptura de las relaciones sociales o familiares o incluso la ruina.


Mujer en ropa interior

Diario de una ninfómana
“Sólo me interesaban mis conquistan antes o durante la relación sexual, después perdían todo el interés, me sentía vacía y muerta, pero necesitaba más. Internet se convirtió en una forma muy fácil de encontrar sexo, siempre hay hombres dispuestos a acostarse contigo. Rápido y fácil, nada que ver con las noches de bares y discotecas en las que a menudo acababa borracha en la cama con un desconocido”.

Estas palabras son parte del diario de Raquel, el nombre ficticio de una enfermera de 29 años que intenta rehabilitarse de su adicción al sexo. “A unos les da por comer, a otros por drogarse, a mí me dio por acostarme con todo el que podía; buscaba que me quisieran, que alguien me llenara un vacío que cada vez se hacía más grande”, dice. “Lo peor es que cada polvo me creaba más frustración y angustia que el anterior, también más deseo insatisfecho”. “Entras en un círculos de locos, del que crees que no vas a poder salir nunca; muchas veces pensé en suicidarme para acabar con todo”, explica.

A Raquel la despidieron de la clínica privada donde trabajaba cuando la descubrieron manteniendo sexo con pacientes en los cuartos de baño. “Era tal la ansiedad que tenía por tener sexo, que llegué a no poderme contener en el trabajo, me insinuaba a cualquiera que entrase por la puerta”, cuenta. “Nunca he pasado tanta vergüenza como cuando mi jefa me pidió explicaciones de lo que había ocurrido, me eché a llorar y se lo conté todo”, dice Raquel. “Ahora me alegro, porque aunque me despidió, me puso en contacto con un especialista en adicciones que me remitió a una conocida clínica en Barcelona donde se tratan todo tipo de adicciones”, cuenta.

Esta enfermera habla con tristeza de la pareja que perdió por su adicción. “El año pasado conocí a un chico estupendo, lo que siempre había soñado. Y estaba loco por mí, tanto, que llegué a confesarle mi adicción. Él lo sospechaba, porque mi comportamiento en la cama con él no era normal, siempre quería más pero nunca estaba satisfecha. Por supuesto, le era infiel todo el rato, no me podía contener, y eso hacía que cada vez me sintiera más sucia con él. Me llegó a acompañar a terapia un par de veces, pero no pudo soportarlo cuando se enteró de mis infidelidades. No he vuelto a saber nada de él, sólo espero que me haya perdonado”.



La psicóloga que trata a Raquel hace hincapié en los sentimientos de vergüenza y culpa que tanto remordimiento producen a sus pacientes: 'Vergüenza, porque conviven con una conducta que está en conflicto con su percepción de lo moral o inmoral. Y culpa, porque fallan en su modelo de vida, de manera que se sienten mal por lo que han llegado a hacer y el daño que han provocado a los demás; la pareja suele sentirse sucia, engañada, no querida e incapaz de comprender su viciosa conducta. Han de superar la pérdida de confianza y sentimientos de ira y traición', explica.


El diagnóstico
Los psicoterapeutas consideran la “coito adicción” como una sexo dependencia específica; un síndrome que suele presentarse asociado a cuadros clínicos como la depresión o la neurosis obsesiva, y que representa un trastorno de la conducta sexual genital, del pensamiento, del lenguaje y de la vida afectiva y psicosocial.

Para estas personas el acto sexual se convierte en una forma de sustituir y compensar carencias afectivas no obtenidas. En términos energéticos, la descarga orgiástica serviría para descargar el malestar psíquico causado por conflictos emocionales no resueltos.

La excesiva respuesta sexual comienza a ser compulsiva cuando empieza a interferir en otros aspectos de la vida. Quienes la padecen suelen tener problemas con su intimidad y usan el sexo como una forma de escapar de la soledad, la depresión, la ansiedad, el estrés... Se trata de un vehículo de evasión, una fuga a través del placer para huir de la realidad.

La insatisfacciones que provocan las propias relaciones sexuales es lo que alienta la elevada frecuencia de estimulación sexual, así como síntomas psicológicos y neurológicos adicionales.


El tratamiento
El concepto de hipersexualidad sustituye los antiguos conceptos de "ninfomanía" y "satiriasis". Para los especialistas es difícil fijar el umbral de lo que constituye la hipersexualidad, ya que el deseo sexual varía considerablemente en los humanos; lo que una persona consideraría como deseo sexual normal podría ser entendido por otros como excesivo y por otros como bajo.

El consenso entre aquellos que consideran la hipersexualidad como un desorden es que el umbral se alcanza cuando el comportamiento causa incomodidad o impide el funcionamiento social. Los hipersexuales pueden tener problemas laborales, familiares, económicos y sociales. Su deseo sexual les obliga a acudir frecuentemente a prostíbulos, comprar artículos pornográficos, realizar con frecuencia llamadas a líneas eróticas y mantener relaciones sexuales con desconocidos (incluso sin protección), haciendo que su vida gire en torno al sexo.

La adicción al sexo es una de las dependencias menos conocidas y visibles, puesto que las personas que la padecen suelen mantenerla oculta y disimularla, sobre todo con las personas conocidas (con las que se muestran incluso como tímidos). Se estima que hasta el 6% de la población la padece, y que sólo el 2% de los afectados son mujeres. Tiene tratamiento siempre y cuando la persona que lo padece sea capaz de reconocerlo.

Al tratar esta adicción, lo normal es sufrir el síndrome de abstinencia. El tiempo de cura es variable: la adicción en sí misma (el componente consciente) puede solucionarse en meses, pero resolver el problema inconsciente de fondo puede llevar años.


¿Eres sexoadicta?
Si contestas sí a la mayoría de afirmaciones, te recomendamos que consultes con un especialista:

- Siento con frecuencia que soy un incapaz y que mi cuerpo es vergonzoso/defectuoso/repulsivo
- Pienso que siempre estaré solo o me sentiré solo y que me abandonarán
- Confundo el amor con el sexo
- Si no soy un buen amante me abandonarán
- El impulso sexual me domina
- Mis conductas sobre el sexo son tan frecuentes que tienen consecuencias negativas en mi vida
- No me importan los efectos de mi dedicación al sexo hasta que he desahogado mi impulso
- Pienso que es la última vez que lo hago, y después lo podré controlar
- Mis conductas sexuales me han causado problemas en mi trabajo
- Me resulta difícil mantener una relación de pareja estable a causa de mis necesidades sexuales

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